Dislexia: transformando la mirada educativa
En educación y vida cotidiana, las instrucciones se transmiten principalmente por escrito. La dislexia es un desafío reconocido en este sentido.
En el ámbito educativo y en nuestra vida diaria, la transmisión de instrucciones, avisos, normas y conocimientos se realiza principalmente a través de la palabra escrita. La dislexia, reconocida clínicamente como un trastorno específico del aprendizaje, representa un desafío profundo que va más allá de las dificultades en precisión, fluidez y comprensión lectora.
El verdadero problema no radica únicamente en la condición neurológica, sino en la respuesta de nuestros sistemas educativos y sociales ante ella. Al exigir habilidades lectoras avanzadas, a veces incluso por encima de lo esperado para la edad, el entorno puede convertirse en una fuente constante de frustración para estos niños y niñas. El resultado suele ser una disminución de su autoestima, una autopercepción negativa de sus capacidades y la vivencia de una discriminación silenciosa pero constante.
Nuestros espacios están mayormente diseñados desde una perspectiva adultocéntrica y neurotípica, pensados para quienes no tienen dificultades para decodificar el mundo letrado. Imagine la experiencia diaria de un niño o niña que no logra descifrar las señales de un entorno que premia la velocidad, la autonomía y el mínimo error. A esto se suma con frecuencia la falta de diagnósticos oportunos y apoyo psicopedagógico especializado.
Esta combinación puede llevar a que un estudiante con dislexia sea injustamente etiquetado como desmotivado o con capacidades limitadas, generando una enorme angustia no solo en el niño, sino en toda su familia. Lamentablemente, muchas comunidades educativas carecen de los recursos y las perspectivas inclusivas necesarias para ir más allá de la estandarización y crear ambientes que identifiquen y eliminen las barreras al aprendizaje.
La solución no está en "normalizar" al niño, sino en adaptar el entorno a su manera de aprender. Esto requiere una colaboración estrecha entre familias, educadores y especialistas, un diálogo constante que nos permita informarnos, desaprender viejos paradigmas y actualizar nuestras prácticas.
Un cerebro neurodivergente no es un cerebro "defectuoso"; es un cerebro que funciona de manera diferente. La dislexia interpela directamente a la escuela, desafiándola a evolucionar, replantear sus métodos y comprender que la verdadera equidad no significa tratar a todos por igual, sino ofrecer a cada estudiante lo que necesita para florecer. Se trata en definitiva de hacer efectivo el derecho fundamental a una educación verdaderamente inclusiva y de calidad para todos y todas.
Fuente: El Insular Los Lagos
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