Educadores promoviendo actitud positiva
Los educadores deben fomentar una actitud positiva ante los desafíos actuales para recuperar la esperanza como horizonte urgente y radical.
En la actualidad, los educadores se enfrentan a desafíos que requieren una actitud positiva y esperanzadora. Recuperar la esperanza se vuelve fundamental en una sociedad marcada por el miedo, la fragmentación y la fatiga institucional. Educar sin esperanza es condenar a las nuevas generaciones a un futuro sin sentido ni porvenir. Grandes pensadores como Erich Fromm, Viktor Frankl y Byung-Chul Han nos invitan a revalorizar la esperanza como una fuerza ética, activa y transformadora.
Fromm destaca la importancia de una esperanza activa y racional que demanda compromiso y coraje. Para él, esperar no es quedarse pasivamente a la espera, sino prepararse activamente para lo que está por venir. En palabras de Fromm en "La revolución de la esperanza" (1968), "tener esperanza significa estar presto para lo que todavía no nace, sin desesperarse si el nacimiento no ocurre en nuestra vida". Esta visión ética implica responsabilidad hacia el futuro y hacia los demás.
Por su parte, Frankl sostiene que construir y mantener un propósito otorga significado a la vida. Su experiencia en campos de concentración le llevó a descubrir que el sentido puede sobrevivir incluso al horror. La esperanza, para Frankl, integra el sufrimiento en una narrativa que dignifica la existencia. En un mundo amenazado por diversas crisis, educar para el sentido se vuelve más necesario que nunca.
En contraste, Han reivindica la esperanza como una interrupción del presente, un acto contemplativo que desafía la lógica de la inmediatez. En una sociedad dominada por la productividad y el consumo, Han advierte sobre la falta de esperanza real entre los consumidores. Propone una educación que fomente la interioridad, el silencio y la capacidad de esperar sin ansiedad.
A pesar de sus diferencias aparentes, las perspectivas de Fromm y Han convergen en una crítica al mundo deshumanizado actual y en una apuesta por la educación como resistencia. Una educación basada en la esperanza es política, estética y ética; desafía estructuras injustas, busca sentido en medio de la oscuridad y cree en un mundo transformable.
El gran desafío pedagógico actual va más allá de lo curricular o tecnológico; es espiritual y político. Se necesitan docentes capaces de sostener la incertidumbre sin caer en el cinismo, líderes educativos con visión ética y comunidades comprometidas con el cuidado mutuo como forma de esperanza colectiva. Reivindicar la esperanza en educación es un gesto contracultural pero esencial para abrir caminos hacia un mundo distinto.
Fuente: El Insular Chiloé
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